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Tuve dos naturalezas
16 de febrero de 1990
Tuve dos naturalezas. Fui hombre, por tener cuerpo humano, por sufrir, por alimentarme; fui Dios por hacer milagros, por decir la Verdad y las enseñanzas. Sobre la Cruz morí humanamente, pero, como Dios, vi toda la humanidad. Vi cada rostro, cada alma; al que se salvaría y al que se perdería. Dos naturalezas, en la misma humanidad. No pequé porque siempre estuve en el Padre; generado, no creado; de la misma naturaleza que el Padre, en la tierra tomé un rostro amoroso para estar entre vosotros.
Ahora, en el Cielo, conservo para vosotros aquel rostro amoroso. Como mi Madre, que os mira con ojos maravillosos. Ella conserva su rostro, como vosotros conservaréis el vuestro. Cuando mi naturaleza humana prevalecía sobre la divina y sabia, trabajaba con la azuela, me preparaba para vivir una vida humana. Pero poco prevaleció en mí aquella naturaleza, porque Yo, Dios de Dios, de la sustancia del Padre, mientras trabajaba me preparaba para la predicación. Sabía que para mí había una Cruz. La sombra de aquella Cruz sobre toda la humanidad, para que todos podáis tomar parte en la Resurrección. El dolor sublima y redime. De pequeño jugaba con mis amiguitos, corría, bromeaba… Sabía que era el Hijo de Dios, cuando el Padre me hablaba a través de su Espíritu y el mío, y podía ver en el tiempo y en las almas. Dos naturalezas, luz humana y la divina… En aquel tiempo, cuando tomé un cuerpo humano, miraba con el Espíritu divino también a vosotros, y vi esta tarde, mientras sugería estas palabras. Os señalo mi presencia con el perfume de las flores del jardín de Nazaret.