MONTE FARO DE LUZ.

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1 de Septiembre de 2.012
Monte Faro de Luz [Valencia de Alcántara (Cáceres)]
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En primer lugar, el vidente se dirige a Nuestra Madre:
¡Madre mía, otra vez toda llena de amargura, de rojo! ¿Por qué hay tanto dolor hay en tu Corazón, Madre? ¿Por qué nosotros, los hombres, no vemos que Tú sufres por todos tus hijos del mundo? Madre, sálvalos a todos, aunque no merezcamos nada de tu Hijo ni de Ti. Pero somos tus hijos, ¡haznos fuertes, Madre, para seguir caminando hasta que a Él le quitemos todas las espinas y clavos que hay en tu Corazón Inmaculado y en el Corazón de Tu Hijo, de Nuestro Dios y Señor!
Yo te pido, Madre, por todos aquellos que están aquí conmigo pidiéndote que les des fuerzas, que les cures de sus males. Pero, Madre mía, que Tú lo puedes todo, danos la luz de tu Luz, para que veamos con claridad a tu Hijo en nuestros corazones. Imprime, Madre nuestra, actos de fe, esperanza y caridad para todos mis hermanos y para este pobre pecador que no merece verte, que no merece nada. Dame la humildad, Madre, para seguir este camino que me has trazado para dar estos Mensajes de tu Amor al mundo.
No llores más Madre. Madre, danos la Luz para ver que Tú sufres por todos nosotros. Que vengamos a reparar tu Corazón, Madre, y seamos hijos de verdad, santos.
Nuestra Madre comienza su mensaje:
Pequeños míos, hijos míos, Paz tengáis en vuestros corazones y luz, de mi Luz en vuestras almas.
Sí, hijos míos, vengo vestida de rojo, de la sangre de mis hijos, de todos los cuerpos de esos hijos míos en el mundo a los que están matando otros hijos míos. ¡Qué pena me da! Mis propios hijos matando a sus hermanos… Por eso vengo así, llorando. Mi Corazón llora por ellos,
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también por vosotros, hijos míos. Perfeccionaos vosotros, hijos míos, en el amor. Sed humildes, pedid por aquellos que sufren, que están abandonados, que son víctimas del odio, del rencor, de la mentira, del engaño y del crimen. ¡Cómo no vamos a llorar mi Hijo y Yo, si los mismos hijos del mismo Creador se están matando y haciendo tanta barbarie!
Hijos míos, este mes quiero que meditéis el Apocalipsis. Estáis dentro ya de los últimos tiempos, hijos míos. Yo tengo dados Mensajes a otros hijos míos, videntes, como vosotros los llamáis, que pronto serán revelados. Como este hijo pequeño mío, que también tiene, pero no puede decirlo por ahora. Lo único que os digo, hijos míos, es que estéis alerta, muy alerta. ¿No veis que está cambiando todo?, ¡y no para bien, hijos míos! sino para el mal: odios, crímenes, engaños, mentiras. Estáis en esos tiempos que llamáis últimos tiempos. Pero antes, como muchas veces os he dicho, vendrán catástrofes; hermanos que odiaran al hermano; padres que no querrán a los hijos; hijos que no querrán a los padres; confusiones unos con los otros. Pero vosotros tenéis que ser valientes y astutos.
Todo se puede subsanar con la oración, hijos míos. Vosotros sed oradores, buscad a mi Hijo en el Templo, amadlo. Y no vayáis de entrada y salida, quedaos un poquito con Él, para hablar con Él. Él espera con los brazos abiertos a todos sus hijos. Vosotros, que sois hijos de la Luz, tenéis que buscar a vuestro Dios en todos los lugares del mundo.
Mirad, hijos míos, Satanás está marcando ya con su número: 666. La Bestia está llevándose a muchos hijos a su redil, ¿y sabéis por qué se los lleva?, porque no hay oración. Viven cómodamente, viven en un mundo sin Dios, en un mundo de odios y mentiras, de placeres. ¿Sabéis, hijos míos, cuánto le duele a Mi Dios, y a vuestro Dios, el pecado de la carne? Lo detesta, hijos míos. Vosotros buscad la pureza, buscadla, hijos míos. Por eso estoy Yo aquí y en el mundo entero dando estos Mensajes, para que vosotros los toméis en vuestros corazones.
Pedid mucho por el Papa: ¡está perseguido!, ¡es un mártir! El mundo no quiere verlo, pero hay secuaces de muchos hijos míos, mis sacerdotes amados por mi Corazón, que quieren arruinar el corazón de mi hijo: vuestro Papa. Por eso, aquí en Faro de Luz, hijos míos, Yo os digo a vosotros que pidáis por el Papa, ¡mártir ya en la tierra! Pedid mucho por esos sacerdotes, mis hijos, por los que también lloro, porque han cogido una vida de placeres y no quieren ver el rostro de mi Hijo, de su Dios. Las borracheras, las juergas, como vosotros decís en la tierra, el no estar con sus hijos en los Templos, buscar otras vidas que no son lo que mi Dios, vuestro Dios,
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puso en sus corazones cuando los hizo sacerdotes… ¡Es doloroso que una Madre venga hablando así, hijos míos! ¡No quiero que los critiquéis! Sólo vengo a deciros, porque el mundo sabe ya cómo están mis hijos, aunque no todos, que pidáis por ellos para que vuelvan al redil.
Vosotros, hijos míos, que sois mis ovejitas, mis pequeños, hacedme caso y pedid por ellos. Pedid por la salvación del mundo, pedid por vuestras familias, por vuestros hijos. Haced penitencia, oración, ayuno… Esa es la oración, hijos míos, que llevará al Cielo a los hombres.
Como “mi pequeña” que ya está en las Moradas de mi Dios y Señor ¡Incomprendida por los hombres, sufrida, dolorosa, humilde!. Todo lo componía “mi pequeña Amparo”. Imitad a los santos, ella fue santa en la tierra y ya pronto lo será en el Cielo, cuando repare, hijos míos, sus culpas también. Pero está en un «sitio muy grande», hijos míos. Ahí tenéis a una hija mía incomprendida y odiada por los hombres. Porque los hombres buscan las agonías de sus cuerpos, buscan también sus mentiras y están cavando sus fosas en las negruras del infierno.
Sed humildes, hijos míos, sed sencillos, sed austeros. Id a los pobres y remediadles sus pobrezas, no ya con dinero sino con vuestro hablar, vuestro estar, vuestra compañía. No os retiréis nunca de aquel leproso, id a él, hablad con él y amadlo. Mi Hijo de Amor no vino al mundo para que le dieran honores, sino para servir a los pobres, a los desvalidos, a los tullidos, a los enfermos. Vosotros tenéis que imitar a mi Hijo. Buscadlo en mi Corazón, hijos míos, buscadlo y venid a este lugar, a mi Casa de Amor, Faro de Luz. Apretad los talones y los brazos y trabajad por esta Obra que es Obra del Cielo.
Hijos míos, vengo de Dolor como al principio os he dicho. Tantos hijos míos que mueren inocentes… Pedid por ellos, pequeños.
Ahora, hijos míos, Yo os voy a bendecir, pero antes, hijos míos, os bendice mi Dios Padre Creador, vuestro Dios Padre Creador, mi Hijo Redentor, el Espíritu Santo, mi esposo Santificador y Yo, vuestra Madre, os bendice todos los objetos que habéis traído y a vuestras almas.
Adiós pequeños, adiós, hijos míos. Buscad los tesoros del Cielo y dejad los tesoros de la tierra que no valen nada.
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Adiós, hijos míos, adiós, hijos.
Aquellos que habéis sido curados decidlo a la comunidad. Yo curo el cuerpo y el alma, no os olvidéis de ir a por el agua que cura.
Por último Nuestra Madre dirige unas palabras al vidente:
Pequeño hazte humilde, sé esclavo de tu Dios, sé nada, sé pequeño, sé nada, hijo… Sé nada, hijo.
Ntra. Madre en Faro de Luz.

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