MARIA LA REINA DE JESUS.

55- Immi, tú eres mi Reina

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Bajo la Cruz, Jesús me confió a la humanidad, mirando el rostro y el alma de Johanan. Y a mí me encomendó a Johanan:

“¡He ahí a tu Madre! ¡He ahí a tu hijo!”

Y ahora soy Madre de todos vosotros, Johanan es para Mí como sois vosotros; pedidme a Mí, Yo pediré a Jesús. Jesús está en la Trinidad y quien lo ve a Él, ve al Padre, y el Espí­ritu Consolador los une. Por este motivo fue hombre y Dios en la Tierra. Cuando muchacho se divertía trabajando con el hacha y sus brazos se hacían fuertes: “¡Immi, para Mí, este no es un trabajo, sino un juego!…” Un día hizo una silla toda labrada. “¡Immi, éste es tu trono, porque Tú eres mi Reina!”

De noche, cuando todo era silencio, Jesús se sentaba a la mesa después de nuestra cena y nos hablaba a Mí y a José de los grandes misterios:

“Dios no es Uno, y al mismo tiempo es Uno, pero en tres Personas; es como si de un corazón surgiera otro corazón y un rayo de luz los uniera. Yo siempre he estado en el Padre, y me he desprendido del Padre para hacerme hombre y Verbo, y Nuestro Espíritu ilumina y procede de Uno a Otro”.

Afuera se sentían voces de muchachos: Jesús interrumpía su explicación:

“Immi, ¿puedo ir a hacer una carrera con mis amigos?”
Verdadero hombre, verdadero Dios… Sé que para vosotros es difícil comprender cómo puede ser todo esto: es la belleza del misterio. De noche en el verano, o en las calurosas primaveras, cuando las voces juveniles interrumpían el silencio, Él me preguntaba:

“Immi, ¿puedo ir a hacer aunque sea una carrera con mis amigos?”

Trabajaba muy bien y aquellos que encargaban trabajos a José y a Jesús estaban muy contentos con su honestidad:

“Aquel otro carpintero pide mucho más y no trabaja tan bien…”

¡La honestidad! Ya no hay mucha honestidad desde que la humanidad ha conocido el dinero, ¡y no sabe cuánto mal hace al alma, el querer procurarlo a través del engaño y la deshonestidad! Dicen que el dinero es muy necesario y que importa mucho el tenerlo, pero para ellos no importa lo que es más precioso: el alma.

Cuando Jesús partió, para ir al mundo a predicar y hacer milagros, para redimir, fue esa una noche que jamás olvidé en el transcurso del tiempo (que ahora aquí es distinto: no hay tiempo, se puede entonces olvidar o recordar: la dimensión es otra).

Toda la noche estuvimos levantados conversando. Jesús me dijo: “Immi, mi humanidad me hace sentir muy triste, llora mi corazón por tener que dejarte, en cambio, mi divinidad me hace sentir feliz: llevaré almas al Reino de donde yo vengo: ¡un Reino de paz y de luz!”

Coloqué un pan en su alforja y no llevó nada más consigo.
“Solamente voy con el amor al mundo, e iré a llevarlo a los hombres. ¡Así caminaré más ligero!…”

Y Yo permanecí contemplando aquel sendero por donde había partido… ¡A la luz del amanecer se apagaba la última estrella! Nuestro pensamiento permaneció unido, el pensamiento proviene del alma y el alma de una ­madre y de su hijo se hablan también a distancia; y también de un mundo a otro, si lo quiere el Padre Celestial. ¡Si el amor es grande, vence al tiempo, a la lejanía y a toda dimensión!

¡Es el amor verdadero y profundo! ¡Cuándo Jesús vuel­va a la tierra, lo buscará en vuestros corazones!

25 de Noviembre de 1981
LIBRO MI VIDA EN NAZARETH PALABRAS DE LA VIRGEN MARIA.

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