JESUS HABLA DE LOS NIÑOS SIN PADRE.

Jesús dice: «En los tiempos de la antigua Ley se decía: «Compadeceos de las viudas y del huérfano» (Ex. 22,21; Jer. 22,3; Za. 7,10).

Y Yo dije: «Seré Yo el padre de los que no tienen y de aquellos a los que el mundo desprecia».

Mi ejército y mi corte la constituyen los humildes y los desgraciados, no faltando en ellos pecadores, esclavos, campesinos y los mártires de los pecados ajenos: los bastardos, que nunca faltaron, para que tampoco contribuyen menos que los demás a la consolidación del Reino de Cristo entre los pueblos.

¿Hay quienes piensan en el Cielo, el Sacerdocio o el Claustro son prerrogativas de los escogidos de una familia regular, o que se precisa de documentos especiales para tener acceso a los goces del Cielo?.

Lo que se necesita para entrar es santidad y nada más.
El alma no nace cuando vosotros nacéis en la tierra, sino que su nacimiento tiene lugar el día en que viene a Dios para alcanzar la eterna paz. ¿Qué diríais de Dios si negase el Cielo a uno por haber nacido bastardo?. Que eso es una injusticia.

El niño no pidió nacer, no es suyo el delito, suya es la cruz.
No juzguéis, puesto que ignoráis las circunstancias por las que uno cometió una culpa. El juicio me corresponde a Mí. Vosotros predicáis que no es lícito oponerse a la vocación de un hijo, porque decís que Dios está sobre los padres. Entonces: ¿Por qué me disputáis ésta criatura a Mí?. Si estuviéseis iluminados y en unión con el Espíritu Santo, deberíais ver todo mi poder, si de dos fangos que se unen para procrear en pecado, nace una flor que Yo reclamo para mi altar.

En estas vocaciones tenaces que vosotros despreciáis, deberíais ver y sentir el signo de la paternidad de Dios que exige sus derechos y abre sus brazos para llamar esposas del Unigénito a estas a las que el mundo deshonra y vosotros alejáis.

¡Pobres almas! ¿Cómo las juzgáis indignas de acercarse a Mí? Por eso te hablo a tí: Gabriela de María Inmaculada (Superiora de una orden). Te has plegado a obedecer a los hombres, lo que te ha supuesto un sufrimiento muy grande. Escúchame: Yo Soy más que los hombres y mi sabiduría y justicia perfectas. No te es lícito contribuir con los soberbios de la nueva Israel a la ruina de los corazones. Ahora bien, recoger estos corazones quiere decir salir del lugar en que entrastes, soportar críticas, reproches, desilusiones, penurias; por uno que te comprenda, mil se burlarán de tí, pues ello equivale a probar le tremenda soledad del que lucha en solitario contra los usos, prejuicios y obstinaciones. Todo esto te espera si tú recoges los corazones que Yo he llamado.

Cuanto hasta ahora has probado es nada respecto de lo que podríais probar, y probarás si llegas a pronunciar la segunda palabra que te indiqué, o sea: «¡Todo está cumplido!». Los hombres han hecho cuanto había que hacer para proporcionarte tu pasión. Ahora te corresponde terminarla al decir: «Todo está cumplido» y así se salven dos corazones. ¿Tienes valor para decirlo?. Hasta aquí has bebido el cáliz. Ahora te aguarda la esponja con hiel y vinagre sobre sas heridas sangrantes en la oscuridad y el abandono. ¿Cuentas con la fuerza suficiente para acercarte sólo al Cielo?»