MENSAJE A ITALIA.

43-460.- Profecía de Abdías aplicada a Italia (1). “La Cruz, vuestra última tabla de salvación, sacadla a la calle”. DADO A MARIA VALTORTA.

■ Dice Jesús: “Esto te hará sufrir. Pero no siempre he de hablarte a ti sola, pequeña esposa de amor y de dolor. Escribe para todos. La palabra de Abdías es la historia de Italia en este último siglo. No hay error ni en la descripción del suelo. ¡Oh Italia, Italia, a la que tanto di y que te has olvidado de Mí y de mis beneficios! ¡Y que de aquel Piamonte en el que hay un testimonio de Dios no inferior al del Tabernáculo mosáico –porque si en éste se guardaban dos tablas escritas por el profeta de Dios, allí se encuentra la historia de mi Pasión escrita con tinta de Sangre divina sobre el Lienzo (2) proporcionado por la piedad para envolver mi desnudez de Inmolado– y que de aquel Piamonte hubiera de salir el yerro, abierto ahora en flor tan dolorosa que ha de acabar por daros un fruto no menos atosigante. La soberbia del corazón, eterno pecado del hombre, ha acabado, ¡Italia!, por extraviar a tus regidores para los que resultó fatal el haber vencido. Y resulta siempre fatal cuando el don de Dios no cae en un corazón de hijo verdadero, respetuoso y amante de su Padre. El don, al mezclarse el bien que porta con el mal que existe en vosotros, fermenta y produce una amalgama de destrucción. Lo primero, destruís la gracia en vosotros, después la benevolencia de Dios para con vosotros y, en tercer lugar, el fruto de esa misma benevolencia. En vuestro caso las victorias iniciales, al mezclarse el motivo lícito del resurgir nacional con la soberbia, de la que se derivan los desafueros y yerros, han venido a destruir aquel bien que Yo os concediera. ¡Cuán presto habéis desbarrado! El éxito hizo que os creyeseis seguros. Mas ¿no sabéis, reyes y gobernantes, que lo sois únicamente mientras Yo lo quiero y hasta que vuestros yerros provocan mi «Basta»? Por más que llegarais a ser los más poderosos de la tierra y estuviese fijado vuestro trono en las cumbres sobre las que planean las águilas y cimentado en las mismas rocas que orlan esta tierra teniendo por corona mis estrellas, un pensamiento solo de mi Querer sería bastante a desmenuzarlo lanzando sus restos al fondo del valle. Os olvidáis demasiado de que Uno tan solo es Poderoso y que todo poder viene de Él. Al igual de aquellos que hacen mal uso de la salud milagrosamente recobrada por la piedad divina, vosotros habéis usado mal de las venturas que os concedí y habéis creído poder prescindir de Mí y de mi Ley. ■ De nada sirve ¡oh reyes y pueblos!, rendir un mentido obsequio a mi Cruz y a mi Iglesia. Lo que importa es hacer de la Cruz la norma de vida y respetar de verdad a mi Iglesia. Dios no es objeto de burla ni de engaño y, en modo alguno, debéis tentar su paciencia infinita. Uno, dos, diez yerros habéis cometido. Os mandé castigos, os mandé satisfacciones, os envié a mis santos para haceros retornar al Bien. A los castigos habéis respondido con rebeldías, a las satisfacciones aprovechándoos de ellas con fines humanos cuando no ilícitos, y a mis santos burlándoos de ellos. Habéis ido siempre de mal en peor. En la medida que Yo aumentaba mis beneficios para atraeros, os complacíais vosotros con el Enemigo. Con toda verdad se puede decir que en este pueblo y en sus gobernantes «no existe ya prudencia» ni «cordura» y sí únicamente soberbia, burla, frivolidad y pecado. Lo habéis puesto todo bajo vuestros pies haciendo de ello escabel para subir. Mas las cosas de Dios no son para ponerlas debajo de los pies sino que han de recibirse de rodillas con ánimo filial, no haciendo uso de ellas como medios de triunfo humano ya que entonces, cual piedras de un arco triunfal sacudidas por el clamor de mi ira, se desligarán, caerán y os envolverán. Y, envueltos estáis. Tus hijos, pobre nación que te ves ya sin la luz divina, serán llevados al destierro. Como rebaños apaleados en sus espaldas por enfurecidos pastores, tus amos de ahora y de antes apalean a tus hijos y, puesto que preferiste estos amos crueles al Amo santo que tiene en sus manos bendiciones y paz; puesto que no supiste verter el llanto que obtiene el perdón y lava las culpas, habrás de lavarlas con sangre mezclada a un llanto prolongado y amargo de vencida. ■ ¿Dónde están tus amigos, tierra que no quisiste a Dios por amigo? A quien traiciona, le está reservada la traición. Y resulta inútil y perjudicial venir ahora diciendo: «Fue éste o aquel el traidor». Todos habéis traicionado: a Dios vuestro Padre, a su Palabra de Vida y a vuestra conciencia. ¡Sois tantos los Judas…! Por cuatro ochavos y unas mentidas promesas habéis vendido a vuestros vecinos y a otros más alejados esperando sacar fruto de vuestra traición. Mas ¿qué fruto esperabais que no fuese veneno? ¿Qué fruto que no fuese letal? Te has alegrado de la ruina ajena. Y ¿por qué? ¿Por tu interés? No. Eres doblemente culpable por esto. Has adorado al becerro que creías de oro siendo solo de oropel. Has servido a los precursores de la Bestia y Ésta te entrega los frutos de su reino tenebroso que son: muerte, ruinas, miseria, hambre, venganza, esclavitud, quiebra de la fe, de la libertad y del honor y si no os estrecháis a la Cruz, vuestra última tabla de salvación, llegaréis a ser como las fieras a las que el hambre y la desesperación las hacen hidrófobas; os despedazaréis los unos a los otros y creeréis saciaros dando muerte a los siervos de Dios. Pero con ello no haréis más que destruir el Bien y convertiros en hienas con ropaje de hombre y en demonios con vestimenta humana”.

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