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🎧 Audio 63

📕 Libro II Un alma en Cristo

15 de abril de 1990

𝔻𝕠𝕞𝕚𝕟𝕘𝕠 𝕕𝕖 ℙ𝕒𝕤𝕔𝕦𝕒

Estoy en el avión, camino de regreso a España. La sensación de volver de Tierra Santa no sé cómo describirla. Estoy como medio soñando y medio despierta. Lo cierto es que ahora, cuando piense en los caminos que anduvo el Señor, estos tendrán en mi mente forma. En mi intimidad los recordaré y estaré con Él en los lugares santos. Ahora, desde que conozco la tierra del Señor, me siento más pequeña, más inútil, con miedo a no saber hacer su Voluntad. ¡Ha sido todo tan grandioso! ¿Cómo yo, que soy tan pequeña, podré hacer algo? Tengo miedo de no saber hacer su santa Voluntad.

Hija mía, «mi Voluntad», dices. y sonrío. ¿Qué es lo que mueve al hombre para acercarse a Mí? ¿No es la voluntad, su voluntad libremente aceptada por él? Cuando el hombre quiere hacer mi Voluntad, cuando es auténtico ese deseo, ya la está haciendo, pues se dispone a caminar en mi santo nombre y es fiel a mis designios. No temas pues ya estás haciendo mi Voluntad.

Hija mía, guarda en tu mente y en tu corazón todo lo que has visto y has vivido. El recuerdo de todo ello, ofrecido al Padre, sube hacia su presencia como ofrenda divina. Estos días en los cuales hemos vivido íntimamente mi Pasión, te he sentido mía: ganada por mi Sangre. Mi pequeña me pertenece. Has estado en todos los lugares recorridos por Mí. Hace de ello, para el hombre, que está sujeto al tiempo, dos mil años; para mí está presente ¡Cómo poder olvidar la locura de un Dios enamorado de sus criaturas! ¡Cómo no va a estar en la presencia de un Dios el sacrificio de su Hijo! ¡Cómo olvidar mi amargura al perder a tantos y tantos hijos míos! Todo, todo está presente en Mí.
Por ello tú estás presente como si no hubiese pasado el tiempo. Cuando lloras, lloras con las santas mujeres; cuando oras, oras con las santas mujeres; cuando pides, pides al Padre como Yo le pedí, porque todo está en mi presencia y veo todas las cosas.

Poco a poco irás entendiendo más a tu Dios. Verás en Él el amor único que hace que tu alma, semejante a una paloma, vuele hacia su Creador. Éste hace levantar el vuelo de la paloma y le dice: ¡Ven, come en mi mano, confía, que en ella encontrarás todo lo que necesitas! Vuela alto, muy alto, que tus alas rocen el cielo y tu mente se introduzca en la inmensidad y la profundidad del infinito buscando a su Dios. Yo recogeré tu vuelo y te diré: Ven tú, que por voluntad propia has llegado hasta Mí. Yo te cobijo.

𝑮𝒓𝒖𝒑𝒐 𝑴𝒂𝒓í𝒂 𝑨𝒖𝒙𝒊𝒍𝒊𝒂𝒅𝒐𝒓𝒂 (1990). 𝑼𝒏 𝒂𝒍𝒎𝒂 𝒆𝒏 𝑪𝒓𝒊𝒔𝒕𝒐. 𝑳𝒊𝒃𝒓𝒐 𝑰𝑰

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