ejemplo de amor y de paz

🎧 Audio 105

📘 Libro I Un alma en Cristo

6 de agosto de 1986

Hija mía, te quiero y en ti quiero a mis hijos de todo el mundo. 𝗔 𝗹𝗼𝘀 𝗾𝘂𝗲 𝗺𝗲 𝗮𝗺𝗮𝗻, 𝗬𝗼, 𝗝𝗲𝘀ú𝘀, 𝗹𝗼𝘀 𝗮𝗺𝗼 𝗰𝗼𝗻 𝗮𝗹𝗲𝗴𝗿í𝗮. 𝗔 𝗹𝗼𝘀 𝗼𝘁𝗿𝗼𝘀, 𝗮 𝗮𝗾𝘂𝗲𝗹𝗹𝗼𝘀 𝗵𝗶𝗷𝗼𝘀 𝗾𝘂𝗲 𝗺𝗲 𝗱𝗲𝘀𝗽𝗿𝗲𝗰𝗶𝗮𝗻, 𝗹𝗼𝘀 𝗮𝗺𝗼 𝗰𝗼𝗻 𝗹𝗮 𝗮𝗴𝗼𝗻í𝗮 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗖𝗿𝘂𝘇. 𝗘𝘀𝘁á 𝘀𝗶𝗲𝗺𝗽𝗿𝗲 𝗽𝗿𝗲𝘀𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗲𝗻 𝗠í 𝗲𝗹 𝘀𝘂𝗳𝗿𝗶𝗺𝗶𝗲𝗻𝘁𝗼 𝗱𝗲 𝗽𝗲𝗿𝗱𝗲𝗿 𝗮 𝗺𝗶𝘀 𝗵𝗶𝗷𝗼𝘀, 𝗲𝘀𝘁𝗮𝗻𝗱𝗼, 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝗲𝘀𝘁𝗼𝘆, 𝗱𝗶𝘀𝗽𝘂𝗲𝘀𝘁𝗼 𝗮 𝗽𝗲𝗿𝗱𝗼𝗻𝗮𝗿𝗹𝗼𝘀 𝘆 𝘀𝗮𝗹𝘃𝗮𝗿𝗹𝗼𝘀.

No te angusties, hija mía, si escribes menos: es el tiempo en que las cosas no están en su sitio.
Tú tienes, además, una familia que debes cuidar, compartiendo con ellos parte de tu vida. No olvides que debes traérmelos de tu mano dando ejemplo de amor y de paz. Si los dejas por Mí, los pondrás en contra mía, y me verán como a un Dios egoísta que quiere, ante todo, que se le haga Oración a costa de todo lo demás y pasando por encima de todo. Pero no es así, puesto que 𝗬𝗼, 𝗝𝗲𝘀ú𝘀, 𝗼𝘀 𝗱𝗶𝗴𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗼𝗿é𝗶𝘀 𝘀𝗼𝗯𝗿𝗲 𝘁𝗼𝗱𝗮𝘀 𝗹𝗮𝘀 𝗰𝗼𝘀𝗮𝘀, 𝗾𝘂𝗲 𝗼𝗿é𝗶𝘀 𝗮𝗹 ú𝗻𝗶𝗰𝗼 𝗗𝗶𝗼𝘀, 𝗣𝗮𝗱𝗿𝗲 𝘁𝗼𝗱𝗼𝗽𝗼𝗱𝗲𝗿𝗼𝘀𝗼, 𝗽𝗲𝗿𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗲𝘀𝘁𝗼 𝘀𝗲 𝗵𝗮𝗴𝗮 𝗲𝗻 𝘂𝗻 𝗰𝗹𝗶𝗺𝗮 𝗱𝗲 𝘂𝗻𝗶ó𝗻 𝗳𝗮𝗺𝗶𝗹𝗶𝗮𝗿. 𝗗𝗶𝗼𝘀 𝗽𝗿𝗶𝗺𝗲𝗿𝗼, 𝗽𝗲𝗿𝗼 𝗲𝗻 𝗮𝗿𝗺𝗼𝗻í𝗮. 𝗡𝗼 𝗱𝗲𝗯𝗲𝘀 𝗼𝗹𝘃𝗶𝗱𝗮𝗿 𝗾𝘂𝗲 𝗲𝘀 𝗢𝗿𝗮𝗰𝗶ó𝗻 𝘁𝗼𝗱𝗼 𝗮𝗾𝘂𝗲𝗹𝗹𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝘀𝗲 𝗵𝗮𝗰𝗲 𝗲𝗻 𝗺𝗶 𝗻𝗼𝗺𝗯𝗿𝗲 𝘆, 𝗽𝗼𝗿 𝘁𝗮𝗻𝘁𝗼, 𝗲𝗻 𝘁𝘂 𝗰𝗮𝘀𝗼, 𝗼𝗿𝗮𝗿 𝗲𝘀 𝗰𝘂𝗶𝗱𝗮𝗿 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗳𝗮𝗺𝗶𝗹𝗶𝗮, 𝗱𝗮𝗿𝗹𝗲𝘀 𝗲𝗷𝗲𝗺𝗽𝗹𝗼 𝘆 𝗲𝗻𝘀𝗲ñ𝗮𝗿𝗹𝗲𝘀 𝗲𝗹 𝗮𝗺𝗼𝗿 𝗮𝗹 𝗽𝗿ó𝗷𝗶𝗺𝗼. 𝗘𝘀𝘁𝗮𝗱 𝗮𝗹𝗲𝗿𝘁𝗮 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝗹𝗮 𝘂𝗻𝗶ó𝗻 𝗳𝗮𝗺𝗶𝗹𝗶𝗮𝗿 𝘀𝗲𝗮 𝗳𝘂𝗲𝗿𝘁𝗲 𝘆 𝘀𝗲𝗴𝘂𝗿𝗮. Se trata de mirar firmemente a tu Dios y, todos cogidos de la mano, avanzar hacia adelante. Por eso te digo que tengas paz y sigas.

Pronto habrá pasado el verano y volverás a encontrar la debida estabilidad. Entonces será el momento de reanudar nuestro trabajo, de seguir nuestra labor. No temas, pues; Yo te guío. No pienses qué te diré o qué te pediré que hagas. A su debido tiempo lo sabrás. Ahora no pienses, disfruta de tu familia y de los días felices que te doy en este verano. Sé que son escasos, pero sabes con certeza que quiero que los disfrutes con la alegría del que recibe un regalo de su padre. Sé que es así como tú los disfrutas y me siento feliz porque puedes gozar del aire libre y de la paz, conviviendo unos días con los tuyos.

En el trabajo. Yo le pedía al Señor perdón por rezar distraída.

No tengo nada que perdonarte, hija mía. Tus faltas quedan purificadas por tu amor hacia Mí. Tu alma, en mis manos, se agranda y purifica por mi amor hacia ti.

𝑮𝒓𝒖𝒑𝒐 𝑴𝒂𝒓í𝒂 𝑨𝒖𝒙𝒊𝒍𝒊𝒂𝒅𝒐𝒓𝒂 (1986). 𝑼𝒏 𝒂𝒍𝒎𝒂 𝒆𝒏 𝑪𝒓𝒊𝒔𝒕𝒐. 𝑳𝒊𝒃𝒓𝒐 𝑰

Deja un comentario