la perfección de Mi Madre

12 de Abril del 2024

(Habíamos comentado el día anterior en el grupo, la diferencia que habría para la Santísima Virgen entre la Encarnación y la Comunión y… si podría haber una explicación…, pero lo poníamos en la Divina Voluntad)

Jesús

Pequeños, no lo hemos revelado, porque cuando revelamos algo es para el crecimiento del alma, o para su bien y Nosotros ponemos la semilla, el germen de algo, o bien la planta crecida y vosotros, en vuestro corazón y alma con la gracia, le vais dando vida.

   ¿Qué diferencia sentía Mi Madre?

   Hijos, cuando comulgaba, Mi Madre sentía como un acercamiento mayor a Mí, teniendo en cuenta que Yo ya no estaba físicamente con Ella y aunque Ella era “la Plena de Gracia” y aun después de muerto, Nuestra cercanía y penetración, resultaban ser sublimes, no hubiese necesitado nada, porque le bastaba con estar habitada por la Trinidad de esa manera excelsa.

   Ella, cuando me recibía, era un ejemplo total para los primeros cristianos, pues tal era su devoción, reverencia y anonadamiento en todos los sentidos, que viendo ellos, como se elevaba espiritualmente, solo de verla, se sentían enaltecidos en grado sumo y con tantos dones y gracias del Espíritu Santo, que se les hacía muy duro no poder volver a comulgar enseguida otra vez.

   En la Encarnación, también se sentía imbuida por el Espíritu Santo, por la Trinidad, mientras su vida humana continuaba por gracia de Dios, porque si no, hubiese sido imposible; en la Comunión, como es lógico, las Divinas Especies en Ella no se consumían, como en tantos otros Santos que conocéis.

   Ella, agradecía intensamente con toda santidad y perfección, por todos los hombres de todos los tiempos cada Comunión Sacramental y enseñaba el Amor que hay que tener ante este sublime y magnánimo Sacramento, haciéndose Ella también, Amor en la Divina Voluntad, y a todas las almas de todos los tiempos que Comulgarían Sacramentalmente, las llevaba a su Corazón e imprimía en ellas, ese Amor por todas las veces que comulgarían y sin las debidas disposiciones amadas por la Trinidad.

  Ofrecía y volvía a ofrecer con perfección Mi Vida Eucarística y toda Mi Pasión, ahora no dolorosa, así como su unión en la Divina Voluntad con cada segundo de Mi Vida Humana, imbuida y penetrada en las Tres Divinas Personas.      

    Las diferencias son pocas, pues en la Encarnación, sus sentimientos eran sublimes por Mí, pero no recibía un Sacramento como en la Comunión, que como a todos, también a Ella podríamos decir, que la fortalecía teniendo en cuenta Mi ausencia física, que así la Voluntad de Dios lo dispuso, para bien de la Iglesia que amanecía.

   Ella en todo momento, se sintió cooperadora para la salvación humana, cuando Yo me encontraba en sus entrañas por la Encarnación, e igualmente, cuando me encontraba dentro de Ella por la Eucaristía, Ella es la Madre de la Iglesia y como tal, siempre sintió, por gracia, esa maternidad que la Divina Voluntad impuso en Ella y que fue en  definitiva, su presentación.

   Se podría hablar mucho sobre todo esto, pero a vosotros os baste la perfección de Mi Madre en cada momento de su vida, en cada uno de esos sentimientos y sensaciones que siempre estuvieron unidos a Dios.

   Yo os bendigo, hijos predilectos del Amor de Dios, con el Padre y el Hijo, en el Amor del Espíritu Santo.

María,

Vuestra Madre del Cielo os habla, conociendo vuestro amor y cariño por Mí.

    ¡Oh pequeños! en la simplicidad de Mi vida diaria, Yo, como cualquier Madre, incluso conociendo la excelsitud de Mi embarazo del Hijo de Dios, protegía Mis entrañas y cuidaba Mi embarazo aún sabiendo que no se iba a frustrar.

   A la Eucaristía, también la protegía y cuidaba en Mi Alma de una manera sublime y excelsa, si se pudiese decir, y siendo el ejemplo que todos en la Iglesia debían percibir; siendo Yo la Madre de la Iglesia ¡imaginaros cómo la amaba y quería proteger! por Mi condición de Madre y absolutamente por todo, además de  la misión que Jesús me había dado, con Juan y todos los apóstoles y discípulos, además de los hombres.

   Mis pequeños, tened ratos, momentos, minutos, de profunda intimidad con Nosotros, comulgad y llamadme a Mí, porque nadie ha comulgado con tanto Amor como Yo,  y en la Divina Voluntad, pedid Mi Amor y acción de gracias para ese recibir a Mi Hijo en vosotros, para que se convierta en unión profunda y santidad  unidos a Mí, que en esos momentos, Yo estaré allí.

   Hijos, Mi Corazón de Madre está siempre con vosotros.

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