Repetid con espíritu de fe la siguiente Oración que, de inmediato al
escuchárosla, vendré pronto en vuestra ayuda:
“San Miguel arcángel, me abandono por completo a vuestra protección.
Revestidme de vuestra armadura celestial para que el imperio de Satanás
no tenga dominio sobre mí, sobre mi familia y sobre todos los que amo.
Iluminadme con la Luz de Cristo para que el error y las falsas
seducciones del demonio no entren en mi corazón. Sed mi guardián y
protector, en este final de los tiempos, llevándome de vuestra mano al
verdadero reinado de Jesucristo. Haced que, vehementemente, adore el
Sagrado Corazón de Jesús y Venere el Inmaculado Corazón de María,
resguardándome dentro de ellos, considerándolos como habitáculos de la
Divinidad. Protegedme, poderosísimo defensor, contra las huestes del mal
y unidme al triunfo de los Divinos Corazones, haciéndome partícipe de la
Nueva Jerusalén. Amén”.
DADO A AGUSTIN DEL DIVINO CORAZON.
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